Alejandra’s Testimony (Español)

Acerca de mí :

Soy Alejandra Orellana, una joven de 19 años de El Salvador. A los 18 años, Dios me llamó a ser una guerrera valiente y a predicar su palabra. Me gustaría compartir contigo la obra de Dios en mi vida.

A los cuatro años, comencé a asistir a la iglesia. Me hablaban de Jesucristo, quien dio su vida en la cruz por nosotros, pero era demasiado joven para entenderlo. A medida que crecía, fui víctima de acoso escolar debido a mi cuerpo. Nunca lo conté porque mis padres estaban demasiado ocupados con sus trabajos y no tenían tiempo para mí. Preferían darme cosas materiales en lugar de tiempo.

La noticia que cambió mi vida:

A los doce años, mi mundo se derrumbó. Una mujer desconocida apareció, revelando que había sido adoptada. Mis padres me contaron la verdad: mis padres biológicos tuvieron una aventura de una noche y no se hicieron responsables. Mi padre biológico huyó y mi madre biológica amenazó con dejarme en un basurero o darme en adopción.

Mi respuesta:

Me sentí devastada y comencé a sufrir de depresión, ansiedad y odio. Me encerraba en mí misma y culpaba a Dios. El enemigo intentó llenarme de pensamientos suicidas, pero Dios estaba ahí, dándome luz en medio de las tinieblas. Sin embargo, yo no quería verlo.

Mi madre, preocupada, me llevó a un psicólogo, pero no me ayudó. Me volví más rebelde, cortándome los brazos y pensando en acabar con mi vida. En esos momentos difíciles, mi padre falleció. Me culpé por haberlo tratado mal y le pregunté a Dios por qué él y no yo, ya que yo era la que lo había rechazado.

Meses después de pedirle a Dios que me quitara la vida, me junté con malas amistades. Una tía me habló de Dios, pero yo no quería escuchar. Le dije a Dios que si quería que yo creyera, que me enviara a alguien que me entendiera y que hubiera pasado por lo mismo que yo.

Reconciliada:

En agosto, mi madre me llevó a la iglesia obligada. Vi a una misionera que me sonrió y me abrazó. Durante la predicación, habló de la armadura de Dios (Efesios 6:13-17). Llamó a cualquiera que quisiera reconciliarse o entregarse a Cristo. Una voz en mi mente me decía que fuera adelante, pero otra me decía que no lo hiciera, que me juzgaran. A pesar del miedo, decidí ir. Le dije a Dios que si existía, que me ayudara. La misionera se acercó y me dijo que me liberara en nombre de Jesucristo. No podía respirar y tenía mucho miedo, pero Dios me liberó. Abrí los ojos y vi el amor y la misericordia de Dios. Mi corazón se sanó y perdoné a mis padres biológicos. Dios envió a una misionera llamada Marcela Hernández desde un lugar lejano para traer a la oveja perdida. Ella es mentora de jóvenes que no tienen padre en su país. 

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